Se proyectaba que para el 2008 el Senado de la República redefiniría en forma total y radical el concepto de "panza aventurera".
Se nos informó que el servicio de alimentos licitado para el consumo de los "honorables" (ajá)miembros de la Cámara de Senadores durante el año próximo incluía menús que dada su extravagancia eran injuriosamente ostentosos, tales como :
Filete de búfalo y de avestruz, langosta, faisán, perdiz, codorniz, caviar, quesos finos y postres selectos se contaban entre las muchas otras especialidades que habrían de saciar el apetito de los legisladores.
-¿Qué tal está el lomo de panda en achiote, compañero?
-No sé. Yo me serví empanadas de aleta de delfín. ¡Lástima que ya casi no quedan!
-¿Empanadas?
-No... los delfines, y tan buenas que estan las mendigas empanaditas.
Y así, con cargo a los contribuyentes (asyúchuali), los Senadores habrían de convertirse en la versión gastronómica de lo que Cruella de Vile representa para la alta costura.
Y si bien es cierto que todos los legisladores deben necesitar una dieta rica en contenido proteínico para mantener en funcionamiento su delicada red neuronal, (que va de dos a cinco neuronas por legislador...) tampoco se trata de que se den a diario festines de faraón posmoderno, por lo menos no con nuestros impuestos.
Quizás operó el sentido de la decencia, quizás fue sólo que el hecho se dio a conocer, el caso es que desde el mismo Senado se rechazó este servicio gourmet digno de cortesanos.
Se dijo, y estoy de acuerdo, que constituía toda una afrenta para la republicana austeridad que se pregona. Bajar la dieta de los senadores del Olimpo culinario para ajustarla a algo más cercano a la realidad nacional, reduciría su costo de cuatro a menos de uno y medio millones de pesos.
Sin embargo, uno de nuestros representantes coahuilenses en la Cámara, Ernesto Saro, aunque se pronunció en contra del exotiquismo alimenticio, defendió su prerrogativa de ser alimentado por el erario y sostuvo que cuatro millones de pesos es una cifra razonable.
Saro dijo que ochenta pesos diarios para alimentar a cada miembro del Senado es un precio mesurado. Muy, pero muy, pero muuuuuuy probablemente no estaran de acuerdo con el coahuilense, todas aquellas familias que semanalmente son humilladas con el salario mínimo, ya que sus ingresos diarios son menores a lo que costaría el alimento de cada Senador.
Tampoco convence su argumento de que los miembros del Senado pasan mucho tiempo en la Cámara y por ello merecen tener servicio de cocina gratuito. La mayoría de la gente pasa muchísimas horas en su centro de trabajo y tiene que procurarse el alimento por sus propios medios, como yo... snif...
En muchas empresas existe servicio de comedor, pero con costo para los empleados (vía deducciones en nómina). ¿Por qué el Senado no adopta un modelo similar? Así, si su gusto fuera probar la nalgas de mandril en chile guajillo, hamburguesas de manatí, o tostadas de trompa de tapir con guacamole, sólo se les podría objetar su esnobismo.
Y si optaran por cualquier tipo de alimentación dentro de los parámetros de la cordura, se darían cuenta de lo enormemente satisfactorio que es pagar por lo que uno se come todos los días, pero no... eso es algo que nunca van a aprender a hacer....
(e.a.)
